Hombres y mujeres se comportan, piensan y sienten de manera muy diferente; incluso tienen facilidad para realizar tareas que al otro se le pueden dificultar.
Consideremos que las diferentes partes de nuestro cuerpo lucen de manera distinta porque sirven para diferentes propósitos, por ejemplo, la forma de nuestros pies y de nuestras manos no es igual, porque nuestros pies sirven para caminar sobre ellos y nuestras manos para manipular objetos. Nuestro corazón tiene forma de bomba y justamente funciona como tal, ya que bombea sangre a todo el cuerpo. Nuestros pulmones se asemejan a dos bolsas, las cuales sirven para guardar aire. Ese fue el razonamiento que los primeros estudiosos del cuerpo humano utilizaron para atribuir una función específica a alguna parte de éste: si el corazón parece bomba, debe funcionar como una bomba. Podríamos decir, entonces, que la estructura y la función de las diferentes partes de nuestro cuerpo guardan una importante correlación. (1)
Dicho lo anterior, pensemos en que hombres y mujeres se comportan, piensan y sienten de manera muy diferente; incluso tienen facilidad para realizar tareas que al otro se le pueden dificultar. Tomando en cuenta que una de las funciones de nuestro cerebro es dictar nuestro comportamiento y nuestras conductas, y sabiendo que mujeres y hombres actuamos y pensamos de manera distinta, parece sensato decir que los cerebros de hombres y mujeres deben ser estructuralmente distintos y, aunque recién estamos empezando a observar y estudiar esas diferencias, los cerebros de estos dos sexos, en efecto, son diferentes.
Diferenciación sexual del cuerpo y del cerebro
La diferenciación sexual va mucho más allá de desarrollar un pene o una vagina.
La determinación del sexo se da al momento de la concepción, si existe la presencia de un cromosoma Y en el par de cromosomas 23 (cromosomas sexuales), ese individuo tendrá diferenciación sexual masculina, con desarrollo de testículos, pene y escroto. Si no hay presencia de cromosoma Y y, por el contrario, hay presencia de cromosoma X, ese individuo se diferenciará hacia ser mujer, desarrollando útero, ovarios y vagina. (2)
No obstante, la diferenciación sexual va mucho más allá de desarrollar un pene o una vagina. Al momento del crecimiento del embrión, ese cromosoma Y también causará una diferenciación organizacional en estructuras y conexiones cerebrales, mediadas por la influencia hormonal en el cerebro. Es decir, un cerebro que está expuesto a la influencia de testosterona in utero, sufrirá una masculinización cerebral. Posteriormente, en la adolescencia, cuando los niveles de hormonas sexuales se eleven, esas mismas hormonas activarán al cerebro ya masculinizado o feminizado, según sea el caso. A eso se le conoce como la hipótesis organizacional-activacional del cerebro. Para demostrar esta hipótesis, Phoenix et al. realizaron un elegante experimento con conejillos de indias: a embriones de esa especie, genéticamente XX (es decir: hembras), les realizaron una ooforectomía bilateral (les quitaron los ovarios) y administraron testosterona en la fase organizacional del desarrollo cerebral. Una vez que los conejillos estuvieron en la “adolescencia”, se les administró una nueva dosis de testosterona y lo que encontraron fue que, esos conejillos genéticamente hembras, desarrollaron conducta sexual y comportamiento típico de los machos de la especie.(3)
Por su parte, el grupo de Gorski realizó un estudio similar al de Phoenix et al., encontrando los mismos resultados, pero Gorski propuso que la exposición perinatal a testosterona modificaba el número de células en una región del hipotálamo llamada el núcleo sexual dimórfico del área preóptica (SDN-POA), pues observó que el número de células en esa zona era mucho mayor en los machos que en las hembras. De manera inversa, a conejillos de indias de cariotipo XY (machos) les realizó una castración y les privó de la exposición perinatal de testosterona. Al momento de la “pubertad” de los conejillos, aún al inyectarles testosterona, notó que no desarrollaban conducta sexual típica de los machos, incluso observó que el SDN-POA no había desarrollado el tamaño propio de los machos, sino el de las hembras. (4)
Los experimentos anteriores se realizaron en 1959 y 1978 respectivamente, hace apenas 60 años, lo que quiere decir que recién comenzamos a darnos cuenta de que los cerebros de dos individuos de la misma especie, pero de diferente sexo, son realmente diferentes. Estos experimentos sustentan también la hipótesis organizacional-activacional, es decir, se requiere de testosterona en la etapa de formación del cerebro para masculinizarlo y de más testosterona en la pubertad para desarrollar conductas masculinas, y se requiere de la ausencia de testosterona para feminizar un cerebro y la presencia de estrógenos en la pubertad para activar conductas femeninas.
Otras estructuras dimórficas
Ya se mencionó el SDN-POA como estructura hipotalámica dimórfica en el cerebro de conejillos de indias de diferentes sexos, sin embargo, no es la única estructura dimórfica en este órgano. El núcleo intersticial anterior del hipotálamo (INAH), de los cuales se han descrito 4, numerados del INAH-1 al INAH-4, también son diferentes entre individuos de la misma especie, pero de diferente sexo. En humanos, parece ser que el INAH-3 tiene el doble de tamaño en hombres que en mujeres. (1, 3) El esplenio del cuerpo calloso (estructura que une a los dos hemisferios cerebrales) es más grande en los varones. (1) Otra estructura sexualmente dimórfica en el cerebro es el núcleo base de la estría terminal, esta estructura está relacionada con las emociones y, como es de suponerse, también es diferente en mujeres y en hombres. (3)
Lim et al. realizaron un estudio en donde se pudo determinar que la localización de receptores para ciertas hormonas dentro del cerebro tiene que ver con su acción final. Es decir, si los receptores, por ejemplo, de vasopresina, se encuentran en mayor abundancia en cierta zona del cerebro, como el pálido ventral, la conducta expresada por la acción de esa hormona será diferente en comparación a si los receptores se encontraran en mayor abundancia en el hipocampo, por poner un ejemplo. Por lo tanto, la localización de los receptores juega un papel importante en la conducta y pareciera ser que la disposición de los mismos en el cerebro de hombres y mujeres es distinta. (1) La lista de estructuras dimórficas en el cerebro entre individuos de la misma especie, pero de diferente sexo crece cada día más, mientras nos dedicamos a estudiar las diferencias entre hombres y mujeres.
Heterosexualidad, homosexualidad y cerebro
La identidad de género está dada por una compleja relación genética, hormonal y vivencial.
Sabiendo todo lo anterior, pongamos un caso práctico: una persona con síndrome de Morris (insensibilidad a los andrógenos) es genéticamente hombre —es decir, su cariotipo sexual es XY—, sin embargo, a pesar de secretar de manera correcta andrógenos (testosterona), su cuerpo, incluyendo su cerebro, carece de receptores específicos para recibir esa hormona y, por lo tanto, dejar que ejerza su acción. Eso quiere decir que, desde el desarrollo embrionario, su cerebro no pudo estar expuesto a la testosterona, por lo que no sufrió una organización masculina, sino una femenina. Además, son personas que no desarrollan pene ni testículos, más bien una pseudo vagina, y las gónadas que presentan son estériles.
Debido a su apariencia femenina desde pequeño, esa persona será educada como mujer. Al entrar a la pubertad, desarrollará caracteres sexuales secundarios de mujer, pero jamás presentará menstruación, debido a la ausencia de un útero. Eso último lo llevará al médico para que se estudie el porqué no menstrúa y finalmente, al hacer un cariotipo, el médico le dirá que genéticamente es hombre (XY) y por eso es que no ha presentado menstruación. Esa persona, a pesar de saber que genéticamente es hombre, se siente mujer, ha sido educada como mujer, incluso siente atracción física por los hombres. Esto es porque su cerebro es un cerebro feminizado, su INAH-3 tiene el tamaño del de una mujer, piensa como mujer, es mujer.
Algo similar pasa con el síndrome de hiperplasia suprarrenal congénita, en donde la persona es genéticamente mujer (XX), pero debido a la sobreproducción de andrógenos, desde la etapa del desarrollo, su cerebro se masculiniza. Estas personas tienden a tener gustos masculinos en cuanto a juegos, ropa e incluso preferencias sexuales —sienten mayor atracción física por otras mujeres—. En estas personas se ha encontrado que su INAH-3 es del tamaño de un hombre, piensan como hombres, y así podemos encontrar muchos casos. (5)
Tomando esto en consideración, es claro que la identidad de género está dada por una compleja relación genética, hormonal y vivencial. (1) Asimismo, se han encontrado diferencias en el tamaño del INAH-3 en cerebros de personas homosexuales; hombres que tienen preferencias sexuales hacia otros hombres tienen un INAH-3 del tamaño de una mujer y mujeres que gustan de otras mujeres, tienen un INAH-3 del tamaño de un hombre. (1)
Desde el punto de vista neurocientífico podríamos pensar que nuestras preferencias sexuales se encuentran determinadas por la estructura y función de nuestro cerebro (la cual se empieza a determinar desde el momento de la concepción). Sin embargo, falta realizar más estudios para poder afirmar al cien por ciento lo anterior.
Conclusión
Es evidente que mujeres y hombres son muy diferentes, basta con una simple mirada al cuerpo de un adulto completamente desarrollado para hacer el diagnóstico de a qué sexo pertenece. Hoy en día podemos decir también que sus cerebros son distintos y eso les atribuye conductas distintas. Incluso también abre la puerta a temas médicos sobre por qué algunas enfermedades neurológicas tienen mayor incidencia en las mujeres (esclerosis múltiple, migraña) y otras en los hombres (enfermedad de Parkinson) (6). Aún falta mucha investigación en este campo, sin embargo, se están dando avances a pasos agigantados. Quizás algún día podamos esclarecer por completo por qué los hombres son de Marte y las mujeres son de Venus. (7)
Bibliografía
Mark F. Bear (2007), Neurociencia la exploración del cerebro, Editorial Lippincott Williams & Wilkins, 3ra edición. Arthur P. Arnold, Sex chromosomes and brain gender, Nature Reviews 2004 doi:10.1038/nrn1494. Alexandra Turano, Brittany F. Osborne, Jaclyn M. Schwarz, Sexual Differentiation and Sex Differences in Neural Development, Curr Topics Behav Neurosci DOI 10.1007/7854_2018_56.Gorski RA, Gordon JH, Shryne JE, Southam AM, Evidence for a morphological sex difference within the medial preoptic area of the rat brain. Brain Res 1978, 148(2):333–Michael Bostwick, Kari A. Martin, A Man’s Brain in an Ambiguous Body: A Case of Mistaken Gender Identity, Am J Psychiatry 164:10, October 2007.Emanuela Zagni, Lucia Simoni, and Delia Colombo, Sex and Gender Differences in Central Nervous System-Related Disorders, Neuroscience Journal Volume 2016, org/10.1155/2016/2827090.John Gray (2012), Men are from Mars, Women are from Venus: the classic guide to understanding the opposite sex, Harper Paperbacks.
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